viernes, 22 de mayo de 2020




Kyriacos Haralampides

(Κυριάκος Χαραλαμπίδης)

OCÉANO


Traducción: Pedro Ignacio Vicuña
Éramos parte de esa civilización
nos entrelazábamos, su raíz estaba en nosotros.
La hacíamos avanzar cuanto queríamos,
la largábamos, la hacíamos descansar,
poniéndonos su bañador entrábamos al mar
y si cantábamos, las olas lo sabían.

De pronto el quiebre del tren
fugaz que se entrecortaba en los cañaverales.

Cuerpos corrompidos, canteras del mal.

El monte color de cobre entraba pesado
en el corazón avejentado de la arena.

Los gordos huesos del río,
que remontaba el profundo cielo
recogían la tristeza de un amor húmedo.

Después aquel se agacha, ese que todos conocemos,
entre mil y una ramas
y encuentra el remo inapreciable
bajo las hojas, quizás, de una adelfa.

Sin ritmo, la luz saltó como un caballo
con un estúpido demonio al anca.

Amarra el río al arremolinado
calendario que todo anuda
y mezcla lo antiguo con lo nuevo
y al terminar se pone un cinto ancho
toma la empuñadura del tiempo de hocico largo
y lee lentamente los ángulos iguales.

Busca las señales como señor del castillo
dobla los fierros, ablanda corazones,
despedaza mentes, une lo uno y lo otro.

El delta posible del río se derrama
en el “roon Okeanoio”[1] de Homero.


[1] La corriente del Océano (ῥοον Ὠκεάνοιο)
Octubre de 1974 (De “Costa de los Aqueos”)
Kyriakos Haralambides nació en Chipre, el 31 de enero de 1940. Es autor, entre otros títulos,  de Primera Fuente, Atenas 1961; La ignorancia del agua, Atenas 1967; La fuente con las formas, Nicosia, 1973; Costa de los Aqueos, Nicosia 1977; Famagusta Reina, Hermes, Atenas 1982; Cúpula, Atenas 1989;   Hemhistoria, Atenas 1995; Dokimin, Atenas 2000; Visita a Guialousa Atenas 2003


Ha recibido el Premio de Poesía estatal de Chipre, el Premio de la Academia de Atenas, el Premio Estatal de Poesía de Grecia, entre otras distinciones y en 2013 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Atenas.

Su obra ha sido traducida a varios idiomas.


sábado, 20 de agosto de 2016

TAKIS SINOPOULOS




ELPENOR


Ελπῆνωρ, πῶς ἧλθες...
ΟΜΗΡΟΣ

Elpénor, cómo llegaste...
HOMERO



Paisaje de muerte. La mar petrificada los negros cipreses
la playa baja derruida por la sal y la luz
las rocas huecas el sol implacable encima
y ni rodar de agua ni ala de pájaro
sólo interminable sosiego espeso sin arrugas.

Fue alguien de la tropa el que lo divisó
no el más anciano: mirad, ése debe ser Elpénor
volvimos los ojos rápido. Es extraño cómo recordamos
ya que la memoria se había secado como el torrente en verano.
Era realmente él, Elpénor, en los negros cipreses
ciego por el sol y por los pensamientos
escarbando en la arena con los dedos cercenados.
Y entonces lo llamé con una voz alegre: Elpénor
Elpénor, cómo es que de pronto aquí te encuentras en esta tierra?
Habías terminado con el fierro negro enterrado en el costado
el pasado invierno y vimos en tus labios la sangre espesa
mientras se te secaba el corazón al lado del palo del escálamo.
Con un remo quebrado te plantamos al lado del mar
a escuchar el murmullo del viento el estrépito del mar.
¿Cómo ahora estás tan vivo? ¿cómo aquí, en este país, estás?
¿ciego por la amargura y por los pensamientos?

No se volvió a mirar. No escuchó. Y entonces grité de nuevo
hondamente aterrado: Elpénor, que tenías pelo de liebre
como talismán colgado de tu cuello, Elpénor
perdido en los inmensos párrafos de la historia
yo te llamo y como caverna resuena mi pecho
¿cómo llegaste amigo de otros tiempos, cómo pudiste
alcanzar la negra nave que nos trae
muertos errantes bajo el sol? responde
si tu corazón anhela con nosotros venir, responde.

No se volvió a mirar. No escuchó. De nuevo cuajó el silencio alrededor.
La luz cavando impenitente ahondaba la tierra.
La playa los cipreses el mar petrificados
en una inmovilidad de muerte. Y sólo él, Elpénor
a quien buscábamos con tanta insistencia en los viejos manuscritos
torturado por la amargura de su eterna soledad
con el sol cayendo en el vacío de sus cavilaciones
escarbando ciego la arena con sus dedos cercenados
como visión se iba y se perdía lentamente
en el vacío éter celeste sin eco sin alas.
TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA

viernes, 29 de mayo de 2015

CUATRO POEMAS DE CONSTANTINO CAVAFIS



Constantino Cavafis

ÍTACA

 TRADUCCIÓN: Pedro Ignacio Vicuña

Cuando tomes el camino a Ítaca,
desea que el trayecto sea largo,
lleno de enseñanzas y aventuras.
A los Cíclopes, los Lestrigones,
al airado Poseidón no vayas a temer,
tales criaturas no hallarás en el camino
si tienes el juicio en alto, si una emoción
sublime el espíritu y el cuerpo te acaricia.
Νi cíclopes ni lestrigones
ni al airado Poseidón encontrarás
si en tu alma no los llevas
si tu alma no los pone frente a ti.

Desea que el camino sea largo.
Υ muchas las mañanas de verano
en que alegre y complacido
llegues a puertos vistos por primera vez
en los mercados fenicios detente
y obtén de sus preciosas mercancías
ámbares y ébanos,  marfiles y corales,
y toda suerte de sensuales perfumes
cuánto más puedas abundantes perfumes sensuales;
a muchas ciudades de Egipto acude
y aprende y aprende de los ilustrados.

Ten siempre a Ítaca en tu mente
tu destino es ese, llegar allí.
No apresures, sin embargo, el viaje,
es mejor que dure muchos años;
y que viejo ya recales en la isla
con los tesoros que ganaste en el camino,
sin esperar que Ítaca te dé riquezas.

Ítaca te ha dado el bello viaje,
Sin ella nunca hubieras hecho el camino.
Pero nada más ya tiene para darte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Sabio como ahora eres, con experiencia
habrás entendido, ya, las Ítacas qué significan.






LA CIUDAD

Traducción: Pedro Ignacio Vicuña


Dijiste, “Iré a otras tierras, iré a otro mar.
Otra ciudad voy a encontrar mejor que esta.
Cada esfuerzo hecho aquí es una fatal condena;
y mi corazón –como un muerto– está enterrado. 
Hasta cuándo mi razón vivirá en este marasmo.
Donde sea que vuelva los ojos, donde quiera que vea
despojos negros de mi vida encuentro aquí,
donde tantos años pasé y destruí y desperdicié”.

No encontrarás nuevos lugares, otros mares no hallarás.
La ciudad te va a seguir. En las mismas calles
vagarás. En los mismos barrios  vas a envejecer;
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre a esta ciudad vas a llegar. Hacia otra parte –no esperes–
no hay barco para ti no hay calle.
Así como tu vida destruiste aquí
en este mínimo rincón, en la tierra entera la has desperdiciado. 






EL DIOS ABANDONA A ANTONIO


Traducción: Pedro Ignacio Vicuña

Si de pronto a medianoche escuchas
la comparsa invisible pasar
con músicas soberbias, con voces –
tu suerte que ya cede, tus obras
fracasadas, los planes de tu vida que
salieron todo engaño, no lamentes en vano.
Como preparado de hace tiempo, como un valiente
despídete de Alejandría que se va.
Sobre todo no te engañes, no digas que fue
un sueño, que una ilusión ha sido de tu oído.
No abrigues esas vanas esperanzas.
Como preparado de hace tiempo, como un valiente
cual te corresponde el honor de tener esa ciudad,
acércate a pie firme a la ventana
y escucha emocionado, pero sin
los ruegos ni las quejas propias de cobardes,
como último placer los sones,
los soberbios instrumentos de la invisible comparsa
y despídete de la Alejandría que pierdes.




ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

Traducción: Pedro Ignacio Vicuña


- ¿Qué esperamos reunidos aquí en esta plaza?

A los bárbaros que van a llegar hoy.

- ¿Por qué esa abulia instalada en el Senado?
¿Por qué están los Senadores ahí sin legislar?

Porque los bárbaros van a llegar hoy
¿Qué leyes van a hacer los Senadores ya?
Cuando lleguen los bárbaros van a legislar.

- ¿Por qué el emperador se ha levantado tan temprano  
Y en la puerta principal de la ciudad está sentado,
solemne sobre el trono, llevando la corona?

Porque los bárbaros van a llegar hoy
Y el emperador aguarda recibir
A su jefe. Incluso más, dispuso
un pergamino para darle. En él
le otorga muchos títulos y nombres. 

- ¿Por qué los dos cónsules y los pretores han salido
El día de hoy con esas togas rojas y bordadas;
Por qué esas pulseras con tantas amatistas,
Anillos luminosos, brillantes esmeraldas;
Por qué hoy día van con los valiosos bastones
De oro y plata labrados con arte excepcional?

Porque los bárbaros van a llegar hoy;
Y esas cosas deslumbran a los bárbaros.

- ¿Por qué los dignos oradores no vienen como siempre
A decirnos sus discursos, a hablar de sus asuntos?

Porque los bárbaros van a llegar hoy
Y se aburren con discursos y elocuencias.

- ¿Por qué ha comenzado de repente esta inquietud
Y confusión. (Las caras se  volvieron taciturnas).
Por qué así presto las calles y las plazas se han vaciado
Y todos regresan a sus casas preocupados?

Porque anocheció y no llegaron bárbaros.
y vinieron desde la frontera algunos
diciendo que los bárbaros no existen ya.

Y ahora qué será de nosotros sin los bárbaros.
Esas gentes hubieran sido una cierta solución.